
Muchas veces, ni se sabe cómo, logramos sobrevivir milagrosamente a las olas. Nuestro barquito chiquitito, por el que nadie daría un duro, consigue mantenerse a flote y llegar a buen puerto. En las horas de calma que llegan tras la tempestad, sólo se nos ocurren dos cosas: meternos en la cama o ir a cualquier tasca del puerto a tomar cervezas hasta caer. Desafortunadamente, una voz como de ultratumba pronuncia nuestro nombre, pronuncia una nueva misión, y sin darnos cuenta, nos encontramos otra vez en la proa del barco, pensando en cómo superar la propensión al mareo y qué nos podremos llevar a la boca.Regresan las grandes olas. Y los truenos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario